A veces nos sorprenden las lecciones pendientes de la vida cuando nos damos cuenta de que una situación que nos afecta en el presente nos recuerda a otras del pasado en las que también nos sentimos afectados. Y es que para mí la vida funciona, así como una especie de espiral o círculos que se repiten hasta que somos capaces de aprender de las lecciones esenciales, y estar listos para nuevas experiencias y aprendizajes.
Compartir es un arte que se aprende o se desarrolla, de manera que cuando llegamos a la edad adulta, podamos experimentar mucho más profundas, duraderas y satisfactorias. Y digo en la adultez porque durante la infancia y la juventud con facilidad dejamos que nuestros complejos, prejuicios y necesidades afloren, interrumpiendo la expresión de nuestros mejores sentimientos, además de confundir nuestras intenciones y entorpecer la comunicación.
Detrás de una persona que se esfuerza por sobresalir y llamar la atención, muchas veces se esconde una gran inseguridad, baja estima o necesidad de reconocimiento y aprobación. En lugar de engancharnos emocionalmente con ellas podemos tomar dos caminos: Si son personas cercanas a nosotros, valdría la pena que resaltaremos los otros aspectos positivos a su personalidad, lo que aporta a nuestras vidas y el sentimiento que nos une para aceptarlas y encontrar las palabras y el momento adecuado para expresarles lo que sentimos de su comportamiento.
Si son personas conocidas, cuya actitud nos afecta en el ámbito profesional o social, podemos simplemente ignorarlas o alejarnos, o aprender a ser más asertivos y seguros al momento de participar y defender nuestra opinión o conocimiento. Tenemos derecho a establecer límites saludables para protegernos.
Si una persona con este comportamiento continúa afectándote, pregúntate ¿Qué necesito aprender de situación? Recuerda que quienes más nos afectan pueden convertirse en maestros que nos muestren algún aspecto oscuro de nuestra personalidad que tengamos que iluminar o que nos den la oportunidad de aprender alguna lección para poder pasar la página en nuestro libro de la vida y seguir adelante. Maytte Sepúlveda – Revista EME